Somos pura soberbia. Tendemos a creer que controlamos todo. Que en nuestro universo personal nada escapa de nuestro alcance y estamos preparados ante cualquier ruptura de nuestros esquemas. Tenemos un plan ante cualquier contingencia.
Me entra la risa al recordarlo mientras reconozco mi error, pensando que mi mundo del tamaño de una nuez estaba bien sujeto en mi puño cerrado, y que debía conformarme con eso. ¿Quién podría, por otro lado, imaginar semejante explosión?
Todo lo que pensaba sobre la vida cambió de un plumazo.
Empiezo.
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